7/10/09

AUROBINDO CONTRA AUROBINDO

Isidro Rikarte
Centro AUROBINDO
La figura de Aurobindo es muy grande y multifacética: el militante político comprometido con la liberación de su país hasta acabar encarcelado; el practicante (sadhaka) disciplinado en su práctica, que momento a momento se entrega más y más, que purifica todos los obstáculos que impiden que su sometimiento al Poder Supremo sea completo; el yogui que va realizando progresivamente las etapas de su yoga integral; el poeta clarividente; el enorme psicólogo y filósofo que quiebra los estrechos límites de ambas disciplinas y las trasciende hasta alcanzar la gnosis divina, el conocimiento directo, total, supramental del Absoluto; el ser supramental identificado, unido con el Uno, con el Todo… hacia el que partió inicialmente el practicante (sadhaka) disciplinado. También el profeta que anuncia el advenimiento inevitable de un nuevo ser humano -el ser supramental-; y el gran sintetizador, clarificador, transmisor de la esencia milenaria espiritual de oriente en modo y forma que en occidente nos sea accesible. O tal vez se imponga sobre todas las demás la figura del gran maestro que, con el ejemplo de su vida y sus enseñanzas escritas, nos ha marcado cada paso de nuestro camino, nos ha advertido de cada riesgo, nos ha insistido en lo imprescindible del trabajo (sadhana), de la disciplina, de la aspiración, de la purificación, de la autoentrega al Uno, de la concentración unidireccional hacia el Divino.

Aurobindo fue todo esto y más aspectos sobre los que podríamos abundar. Hay unidad en él y no se puede comprender debidamente al maestro si obviamos al practicante (sadhaka) que dudó y cayó a pesar de haber tenido una trayectoria fulminante. En Aurobindo hay unidad y todos los aspectos que exponemos separadamente, son sólo una estrategia de nuestra mente para poder captar la dimensión de su unidad indivisible.

Pero que haya unidad e interdependencia de todos estos aspectos no quiere decir que debamos enfrentar la tarea de comprender y sobre todo practicar a Aurobindo partiendo desde cualquier nivel, porque todo el yoga integral está asentado sobre el carácter evolutivo del ser humano. Esto implica necesariamente que hay etapas evolutivas y etapas en el yoga integral, que si bien no son rígidas y en algún momento pueden mezclarse una con la siguiente, sí guardan un orden y un progreso, una coherencia entre sí, sustentada precisamente en su progresión.

Expresándolo llanamente, quiere decir, que debemos empezar por el principio. No podremos practicar el yoga integral sin aplicarnos en una purificación profunda de nuestro interior, sin una progresiva sumisión al Divino que deberá llegar a ser completa, sin la concentración en nuestro objetivo de unidad con el Ser Superior, sin integrar en nuestra vida el hábito de la meditación que nos lleva al logro de esa unidad.

Parece que recordar todo este proceso inevitable estaría demás, porque sobre el papel, resulta obvio y manifiesto. No obstante nuestra mente es golosa y vuela rápidamente al Aurobindo brillante intelectual, al Aurobindo supramental, al Aurobindo profeta de un nuevo ser humano, que anuncia el advenimiento de un nuevo mundo, de una nueva Consciencia. Es más, impulsados por nuestros deseos, incluso llegamos a ver por doquier signos patentes y abundantes de este advenimiento; o también nos proponemos la tarea de colaborar, codo con codo, con el Divino en la instauración y “conquista” de este nuevo orden supramental en el mundo. Y, poco a poco, se puede ir creando en nosotros una mentalidad grandiosa, pseudo-universal, ambiciosa, un gran castillo de naipes, o una bella torre-quimera construida sobre una tierna arena.

Para comprender a Aurobindo hay que realizar el camino del yoga integral que nos propone. No podemos pretender acercarnos a la realización, ni siquiera a la comprensión de lo supramental, sin antes haber recorrido todas las etapas del yoga de las obras divinas, del conocimiento, de la devoción y de la autoperfección que nos propone en su “Síntesis del yoga”. No podemos pretender hacer realidad en nosotros “La Vida Divina” sin haber antes recorrido las indicaciones de la “Guía del Yoga Integral”.

Se nos puede llenar la boca con esencias supramentales, con advenimientos de un nuevo ser humano, pero nuestra aproximación a estas realidades será eminentemente intelectual y mental mientras en nosotros no haya una realización próxima a ellas. Aurobindo es un objetivo goloso para nuestra mente por su talla intelectual y por lo novedoso y singular de algunas de sus propuestas, pero sólo hay comprensión profunda de ellas en tanto en cuanto podamos realizar en nosotros las verdades que nos muestra. Comprender es realizar. Entre la comprensión de una verdad y su realización en nosotros, sólo existe el tiempo yóguico necesario para que esa verdad que hemos intuido o comprendido nos penetre y expulse progresivamente la falsedad que dificulta que la verdad se convierta en realización en nosotros. Al hilo del significado de la comprensión profunda se cuenta que el gran teólogo cristiano Tomás de Aquino después de haber vivido una experiencia mística exclamó: “Todo lo que he escrito hasta ahora es paja”

Todo lo que no pase por este progresivo camino que Aurobindo nos muestra, se nos antoja mente todavía racional y egóica y es claro que desde la mente racional no se puede comprender la realidad divina. Nuestra mente será un puente, una determinación y apertura hacia lo divino, pero solamente en el Silencio que la trasciende el Uno se puede imponer en nosotros por su propio poder y sólo el conocimiento que deviene de nuestra unión con Él, es profundo y verdadero.

La forma más eficaz, o tal vez la única, de contribuir al advenimiento de un nuevo ser humano es realizar paulatinamente en cada uno de nosotros la Divinidad y para ello hay un sendero angosto, estrecho y lleno de dificultades, muy personal, ayudado por la fuerza de la comunidad, pero poco propicio para la conquista y épica colectivas . Esto es así precisamente, porque la realidad evolutiva del ser humano se asienta sobre el cambio evolutivo de los individuos que forma la especie, porque esa realidad evolutiva general se fundamenta inicialmente en nuestra conciencia individual y porque la voluntad del Divino es evolutiva. Si hubiera tenido que ser de otra manera, si la actualización de nuestra realidad divina fuera consecuencia de una determinación caprichosa del Divino, tendría sentido clamar por una irrupción abrupta y radical de una consciencia divina transformadora del ser humano y del universo entero, pero ¿qué macabro sentido habría tenido que esta intervención divina se hubiera hecho esperar durante miles de años, prolongando secularmente nuestro estado de sufrimiento e ignorancia? Aurobindo expresa que el creador creó todo lo que existe por puro deleite y del mismo modo podríamos concluir que también por puro deleite evolutivo todo lo creado se desarrolla, por lo general lentamente, hacia su perfección y plenitud.

Más allá de Aurobindo
Todo Aurobindo nos lleva al Brahman, al Absoluto, al Uno, a la Divinidad… Y si, arrebatados por el fulgor y la luz que emana del maestro, nos quedamos absortos en él, nos habremos quedado a mitad de camino, nos habremos quedado prendados solamente del reflejo de una luz mayor todavía, infinita, a la que Aurobindo constantemente nos anima a aspirar. La veneración y respeto debidos al maestro y a la maestra, surge del reconocimiento de su trasmisión de lo Divino y de su mediación imprescindible entre nosotros y la Divinidad. Pero si el maestro y la maestra sustituyen en nosotros a esa luz mayor, a esa realidad infinita, al UNO, podríamos estar en el umbral de una nueva religión.

La figura de Aurobindo es muy grande y con una gran riqueza de contenidos y matices, pero tenemos el peligro de que la admiración por el ser supramental, por el profeta o el avatar, si lo fuere, nos dificulten la visión y el encuentro con el sadhaka (practicante) disciplinado y con el yogui en todas sus etapas evolutivas. Haremos bien en adherirnos al Aurobindo más proximo a nuestra realización personal en cada momento, aunque sin perder de vista la referencia del Aurobindo iluminado; no vaya a ser que un inaccesible Aurobindo celestial que hemos construido nos impida acceder al Aurobindo amigo y maestro próximo, que nos enseña todos los pasos, los recovecos, las dificultades y peligros del camino que él mismo recorrió; no vaya a ser que un Aurobindo ideal actúe dentro de nosotros contra un Aurobindo más asequible y cercano. ¿Aurobindo contra Aurobindo?