14/7/09

NUESTRO CAMINO

Nuestro trabajo de autorrealización integrará todos los niveles del individuo: mental, emocional, corporal…; así como cada uno de los actos que conforman nuestra vida cotidiana. En definitiva, se trata de unificar todos los aspectos que constituyen el ser humano bajo el dominio de nuestro "ser central" o nuestro "ser consciente" o "psíquico", lo que podríamos llamar nuestra "alma" o "espíritu". Este ser central, consciente, espiritual deberá regir nuestra vida en todos sus actos y manifestaciones. Para ello, resultará imprescindible nuestra aspiración y apertura a esa Realidad Superior de la que nuestro ser central es manifestación y parte. De nuestra identidad o unión con esta Realidad Superior dependerá nuestra capacidad de evolución humana y espiritual.

LAS BASES DE LA AUTORREALIZACIÓN INTEGRAL
La purificación o limpieza del inconsciente
Esta es la primera dificultad en el camino de la autorrealización. El trabajo de limpieza y aniquilación de nuestro inconsciente es imprescindible para nuestra evolución personal, no sólo en la búsqueda de nuestra realidad superior espiritual, sino también, a un nivel más básico, en el logro de una quietud y paz interiores que nos permita vivir nuestra vida cotidiana en una armonía suficiente, en una quietud necesaria para conquistar una experiencia de unidad interior que elimine de nosotros el sufrimiento de un ser dividido y arrastrado por continuas pulsiones, deseos, pasiones, hábitos, automatismos…

La purificación del inconsciente es la purificación y transformación progresiva de nuestro ser inferior a nivel material-corporal, vital-emocional y mental. Es un vaciado paulatino de todo aquello que la ignorancia y la inconsciencia han ido depositando en nosotros y que nos hace creer que somos lo que no somos y que nos hace vivirnos en función de esa creencia de nosotros completamente superficial, egoísta, orientada siempre al exterior, que busca su felicidad y plenitud en poder conformar a sus intereses personales egóicos las circunstancias, las personas que la rodean, y la vida entera. Es una concepción egocéntrica de la vida que irremediablemente nos lleva al sufrimiento, porque la Vida y las personas no se adaptarán a nuestros intereses en innumerables ocasiones.

Esta inconsciencia, esta ignorancia primordial nos lleva a identificarnos con todo aquello que consideramos imprescindible para nuestro bienestar, hasta hacernos confundir nuestra identidad profunda, nuestra esencia, con todas aquellas cosas del exterior en las cuales hemos depositado nuestra esperanza de plenitud. Las identificaciones con nuestro nombre, nuestra familia, nuestra imagen, nuestro trabajo, nuestras posesiones materiales, nuestro prestigio y reconocimientos sociales forman parte de la gran ignorancia egóica sobre la que hemos asentado nuestra manera de vivir.

Junto a todo esto, hemos adquirido, desde nuestra infancia, una idea errónea de nosotros mismos, generalmente negativa, basada en todos los juicios que sobre nosotros han vertido cuantas personas han tenido relación con nosotros a lo largo de nuestra vida, hasta llegar a creer que somos todos aquellos "defectos" que tanto nos han hecho sufrir. Nos consideramos perezosos, mentirosos, tontos, deshonestos, indignos, injustos… No nos damos cuenta que, en cualquier caso, nuestra esencia no es eso, sino que, de ser ciertos estos aspectos negativos de nuestra vida, sólo son aspectos que debemos actualizar para poder descubrir nuestra esencia e identidad profundas de afectividad, energía e inteligencia.

Nuestro inconsciente esta conformado por un montón de ideas equivocadas sobre nosotros mismos. Además, está basado en cantidad de modelos adquiridos de comportamiento que marcan nuestra actual forma automática de actuar; los hábitos adquiridos también nos hacen vivir de forma automática y determinan nuestros gustos, nuestras comidas, nuestras lecturas, nuestra utilización del tiempo libre, nuestras relaciones con el resto de las personas…

El inconsciente nos hace autómatas porque escapa a nuestro control, a nuestra conciencia. Precisamente por ser inconsciente determina nuestra forma de proceder sin que podamos tener un dominio real sobre nosotros mismos.

Por todo ello, la purificación del inconsciente es el trabajo básico de la autorrealización. No tendremos oportunidad de llegar hasta nuestra identidad profunda, de acceder a nuestra esencia de consciencia, amor y energía, sin antes limpiar, sin desescombrar toda la maraña de autoprejuicios, de ideas equivocadas sobre nosotros mismos; sin haber eliminado todo automatismo en nuestras vidas.

El gran poder del inconsciente es que actúa fuera de nuestra conciencia, al margen de nuestra capacidad de darnos cuenta. Y esta conciencia, este darnos cuenta de cuanto hacemos, pensamos o actuamos es la herramienta imprescindible para acceder a la comprensión de todo cuanto vivimos, para llegar a la verdad de lo que somos.

La realización del ser humano es, sobretodo, libertad, dominio sobre todo cuanto siente, cuanto piensa y cuanto actúa. Vivir en la inconsciencia es vivir cautivos de una ignorancia que nos hace creer que somos libres al actuar según modelos, impulsos, deseos que se albergan en nuestro inconsciente muy lejos de nuestro control sobre ellos.

El ser humano es Consciencia, parte de la Consciencia Suprema, de la Energía Suprema, del Amor Supremo. Pero la Consciencia que somos esta velada: es el velo de la inconsciencia bajo el cual encontraremos nuestro ser central, nuestro ser psíquico, nuestro ser consciente.

Sin embargo, este trabajo de purificación es rehuido por mucha gente que se adentra en el camino espiritual. Tal vez tocados por alguna experiencia de lo superior, o tal vez habiéndola imaginado, deciden buscar un atajo hacia logros espirituales, que sin el trabajo básico de purificación, resultan ser sólo un cúmulo de experiencias más o menos efectistas; un estar "a gustito" en los momentos en que la fiera interior está adormecida o debilitada por estas experiencias; una espiritualidad de rosas, purpurina y papel celofán; cuando no un ego sutilizado que se siente tan realizado como para no hacer el trabajo de purificación.

Concentración-Meditación
La purificación y la concentración-meditación son dos aspectos imprescindibles del camino de la autorrealización. Ambos se ayudan mutuamente. La concentración-meditación se hace más eficaz cuando purificamos nuestros impulsos, deseos y automatismos como consecuencia del trabajo con el inconsciente. Pero, a la vez, la concentración-meditación favorece enormemente nuestro proceso de purificación. Es relativamente fácil la concentración de nuestra mente y voluntad en un objeto o acción exterior que resulte de vital importancia para nosotros en un momento determinado, cuando de nuestra concentración depende un éxito anhelado o nuestra propia supervivencia en una circunstancia extrema, como en el caso del alpinista o escalador en el que dependiendo de cómo asiente cada paso encontrará la gloria de la cumbre codiciada o la caída al precipicio hacia una muerte segura.

Pero aquí hablamos de una concentración en nuestro interior, de la paulatina percepción de nuestro ser central, del forjamiento de una conciencia que comienza a darse cuenta de lo que sucede en su cuerpo, en su vital emocional y en su mente sin ser perturbada por ellos. Difícilmente podrá concentrarse una mente atada a cualquier pensamiento automático que surja en ella, o servidora de las sensaciones y emociones que nos llegan incesantes desde el exterior. Pero tampoco podremos purificarnos si no formamos esa conciencia deseosa de descubrir los oscuros recovecos de su oscuro ser inconsciente.

Hay varios tipos de concentración. Uno de ellos, muy eficaz, consiste en aquietar la mente, aferrándonos a un punto de concentración que puede ser nuestra propia respiración. Esto nos permite permanecer detrás de nuestra acción mental, como observadores distantes de todo cuanto ocurre en ella, ya sean pensamientos, imágenes, etc. Centrados en la respiración somos el testigo de los acontecimientos de nuestra mente, somos la conciencia que se da cuenta de que fuera de ella surgen y desaparecen sin cesar los pensamientos. Con ello logramos ir calmando la mente e interponer distancia entre nosotros -esa conciencia testigo que observa- y todo cuanto ocurre en la mente. Llegados a este punto se produce una "desidentificación" progresiva de nuestra conciencia de todo aquello que es exterior a ella; comenzamos a vivir de dentro hacia fuera, desde nuestro eje central y, en consecuencia, dejamos de ser perturbados continuamente por nuestras sensaciones corporales, emociones y pensamientos inconscientes.

La aspiración
La aspiración es otro gran elemento de la autorrealización o yoga integral. La aspiración es la aspiración natural a la plenitud que todo ser humano atesora en su interior de forma secreta. Nos sentimos frustrados porque no nos sentimos plenos y sufrimos por ello. Aspiramos a la plenitud porque el diseño evolutivo del ser humano tiende naturalmente a ella. La gran cuestión es cómo y dónde se logra esa plenitud a la que secretamente aspiramos.

Nuestro modo de vida ordinario ha buscado esa plenitud en el intento de satisfacer una meta, un deseo, un logro que siempre ha estado fuera de nuestro interior: un mejor modo de vida, un trabajo más digno, el bienestar suficiente, nuestra imagen y prestigio sociales, una relación amorosa… Tanto hemos deseado una u otra cosa que nuestra sensación de felicidad ha dependido del logro de ese deseo. Desvanecida la satisfacción que nos ha traído la conquista del deseo, la frustración vuelve a nosotros azuzada por otro deseo más fuerte que engañosamente sentimos, que ahora sí, nos aportará la felicidad y plenitud anhelada; o tal vez, decepción tras decepción, se instaura en nuestra vida una actitud de rendición pesimista, de conformidad a regañadientes con una infelicidad impuesta por la obstinada fuerza de los acontecimientos adversos. La Vida llueve incesantemente vida sobre nosotros y nuestro interior permanece completamente impermeabilizado antes sus dones, incapaz de recibirlos, porque pretendemos que los acontecimientos, la salud y la enfermedad, el bienestar o la adversidad, la suerte o la desgracia… se adecuen a nuestros propios deseos y expectativas y esta actitud nos impide fluir a una con la Vida.

El gran error consiste en no darnos cuenta de que la clave de nuestra felicidad no reside en cuáles sean los acontecimientos que nos sucedan, sino el modo de vivirlos. La felicidad está en nuestro interior. Esta afirmación puede resultarnos una gran verdad o un gran engaño si no va acompañada del camino y de los instrumentos que nos lleven a ese interior y nos ayuden a vivir nuestra vida desde nuestro centro. Es como si alguien nos dijera "Aquí, enterrado a tantos metros de profundidad hay un gran tesoro" y no nos facilitara las herramientas necesarias para cavar la tierra y acceder a él.

Hemos observado anteriormente que una de las grandes herramientas que tenemos para llegar hasta nuestro centro, nuestro ser central, es la purificación que consiste en ir limpiando progresivamente nuestro inconsciente para eliminar de nosotros todos los automatismos, condicionamientos, hábitos, ideas erróneas sobre nosotros mismos, etc. La otra gran herramienta es la concentración que ya hemos explicado que actúa a una con el trabajo de limpieza interior. Mediante la concentración-meditación se va construyendo en nosotros un "yo conciencia" que aprende a darse cuenta de cuanto sucede en su mente (pensamientos, imágenes…), de cuanto sucede en su emocional-vital (deseos, impulsos, pasiones, emociones perturbadoras…) y de cuanto sucede en su cuerpo físico. El asentamiento de este "yo conciencia" o "yo observador" nos resultará imprescindible para el trabajo de autorrealización, puesto que sin darnos cuenta de lo que sucede en nosotros mismos, nunca podremos afrontarlo. Digamos que esta conciencia interior nos hace vivir nuestro presente a nivel mental, emocional y físico corporal.

En tanto en cuanto progresa nuestro trabajo de limpieza interior y nuestra capacidad de darnos cuenta o "yo conciencia" va emergiendo en nosotros nuestro "yo central" o nuestro ser psíquico, es decir, nuestro espíritu interior va despertando y paulatinamente deberá ir expandiéndose en nosotros hasta llegar a gobernar toda nuestra vida de manera cada vez más amplia y más poderosa.

Con el surgimiento de este ser central-psíquico-alma-espíritu la aspiración del ser humano a la plenitud que antes era vaga, inconsciente y desorientada, va tomando una dirección y orientación precisas. Porque nuestra alma genuina ya no podrá volcarse al exterior con su vorágine de acontecimientos incontrolados buscando su expansión, su sostén, o el eje o la base sobre la cual pueda ella pivotar, asentarse, crecer y expandirse en su necesidad ineludible de progreso y perfección. Nuestra alma tenderá a buscar, al principio torpemente, la entidad de donde un día surgió, como los mamíferos recién nacidos, tambaleantes, buscan por instinto el alimento en las mamas de su madre.

Pero, a diferencia de los animales, el ser humano ha progresado sobre su instinto y puede convocar su mente, su voluntad y su propio cuerpo en esa aspiración al encuentro, a la unidad y a la identidad con su Ser Supremo, con el Uno, con la Madre Divina de donde nació y en donde encontrará su pleno sentido, plenitud y perfección. Cuanto más poderosa sea esta aspiración más rápida y eficaz será nuestra autorrealización.

Hemos apuntado algunos aspectos importantes del trabajo de autorrealización integral que pretendemos a modo de orientación básica, sin pretender abarcar, ni muchos menos pormenorizar, cada uno de los elementos que influyen en el proceso de autorrealización o yoga integral.

Nosotros creemos que todo ser es manifestación del "Ser Supremo", que todos somos parte del "Uno" y el "Uno" se manifiesta en todos. Pero esta afirmación es consecuencia de una experiencia o vivencia espiritual interior. Y es ahí, en la experiencia de cada individuo, donde debe ir asentándose nuestro caminar. Porque, ¿de qué nos sirve afirmar la existencia de una realidad superior que ni siquiera podemos intuir o a la que no podemos acceder a través de nuestra experiencia? Esto sería una fe ciega, ignorante e inconsistente. Tampoco serviría negar todo aquello que desconocemos porque no estamos capacitados para vivenciar y experimentar, por causa de nuestro insuficiente desarrollo personal. Esta actitud nos abocaría a un escepticismo anquilosante que nos limitaría cualquier posibilidad de evolución más allá de nuestra estrecha realidad actual. Cada ser humano debe basar su creencia en la experiencia personal que va adquiriendo en su búsqueda, pero abriendo todo su ser a la intuición, experiencia y conocimiento de otras realidades superiores. Desde esta perspectiva no nos parece determinante para el buscador que está iniciando su camino, que sea creyente o no, que profese una u otra fe. El elemento imprescindible para quien desee aspirar a la autorrealización integral que proponemos es la actitud de querer llegar al fondo de nuestra esencia personal, con total sinceridad, honestidad y apertura libre de prejuicios.

La autorrealización integral se desarrolla por la progresiva TRANSFORMACIÓN de toda nuestra mente, emocional-vital y cuerpo para que pueda aspirar a esa unión con el Ser Superior y para que pueda recibir la energía que de lo alto nos es enviada por Él. Para ello viviremos lo que nos toque vivir en nuestra vida cotidiana sin buscar apartarnos de ella, porque como decía Aurobindo "Toda la vida es yoga" y cada uno de nuestros pensamientos, de nuestros deseos, de nuestros actos, pueden y deben ser transformados en Consciencia y, por tanto, se convierten en nuestra herramienta imprescindible de autorrealización.