13/1/10

EL YOGA INTEGRAL DE SRI AUROBINDO (I)

Isidro Rikarte
Centro Aurobindo
http://www.aurobindointegral.com/

Esta exposición no pretende ser exhaustiva, sino que es una aproximación al Yoga Integral de Sri Aurobindo, que busca ofrecer una base sencilla, una referencia que nos ayude a ir tejiendo nuestra sadhana, o trabajo de yoga en nuestra vida cotidiana. Iremos exponiéndolo en varias partes para favorecer su lectura desde el blog:

1) Introducción y actitudes necesarias para la práctica del Yoga o Autorrealización Integral.
2) Yoga del Trabajo o Yoga de las Obras Divinas.
3) Yoga del Conocimiento Integral
4) Yoga de la Devoción o Yoga del Amor Divino

Introducción

Sri Aurobindo expresa en su “Síntesis del Yoga” que el divino ha depositado tres poderes en el ser humano: la voluntad, el conocimiento y el amor.

La Voluntad debemos entenderla como nuestra capacidad de acción, como una facultad activadora y orientadora de nuestra energía en pos de la consecución de algún objetivo.

El conocimiento, en su expresión más tosca y básica, es la mente racional que nos libera del instinto, pero que deberá ser trascendida hacia la verdadera manifestación del conocimiento que es la comprensión de la VERDAD de lo que somos y del origen de nuestra esencia.

El amor es el Gozo y el Deleite de la propia existencia consciente. Naturalmente que no nos referimos al gozo y deleite hedonistas con el que el propio ego tratará de engañarnos. El gozo y el Deleite es el fruto natural de la propia armonía del amor, del equilibrio, igualdad y beatitud intrínsecos a él. No hay existencia consciente sin gozo, ni existencia inconsciente sin sufrimiento.

Estos tres poderes que el Divino ha depositado en el ser humano son manifestación de los tres grandes aspectos, de los tres grandes poderes que conforman la propia Divinidad, el Absoluto: Autoexistencia (SAT), Consciencia (CHIT) y Deleite y Gozo (ANANDA).

Nuestro poder de voluntad, energía, impulso existencial es reflejo de su aspecto de Autoexistencia, ya que el Absoluto Autoexistente muestra su Voluntad de manifestarse en todos los seres existentes y estos, en consecuencia, son depositarios de esa Voluntad, que les impulsará a la unión con el Creador Autoexistente del que son manifestación.

Nuestro poder de conocimiento es la semilla de la Consciencia Divina depositada en nosotros que germinará en el Conocimiento Supremo que respecto al ser humano podríamos definir como conocimiento supramental.

Nuestro poder de amor y afectividad es el juego del Ananda Divino que es Amor puro, Deleite y Gozo puros.

Podríamos expresar, por tanto, que el triple sendero del yoga integral consiste en la actualización o realización de estos tres poderes o potencias cuyo germen el Divino ha depositado en el ser humano, para que éste pueda acceder a la unión con la Divinidad, para que estos tres poderes sean la manifestación y reflejo más perfectos posible del Poder Divino. El triple sendero del yoga integral procura, a través del yoga de las obras, que nuestra voluntad imperfecta y débil, sea purificada y acabe siendo una con la propia Voluntad Divina para que ésta guíe nuestros actos; a través del yoga del conocimiento procuramos ascender a la comprensión y realización de la Consciencia Divina en nosotros; y por medio del yoga de la devoción pretendemos la más pura unión amorosa con el Supremo, de tal modo que nuestra afectividad y amor sean reflejo del Ananda Divino.

En el yoga integral de Aurobindo es imprescindible el equilibrado desarrollo de los tres yogas, puesto que la devoción sin conocimiento puede propender a exaltación anímica y emocional, lejos de la imprescindible igualdad interior; el conocimiento sin las obras nos podría llevar a una actitud quietista, interiorista, que busca el alejamiento del mundo más que su trasformación y la salvación individual más que el sentido colectivo y universal del yoga integral; las obras sin el conocimiento fácilmente caerían en un dinamismo sin raíz ni orientación, en un activismo proclive a la proyección egóica en nuestros actos.

El yoga Integral, además de integrar equilibradamente los tres senderos descritos es integrador, ya que no concibe perfección total posible mientras haya seres humanos que vivan en la ignorancia. Es, en consecuencia, un yoga para la trasformación y realización personal y un yoga para la trasformación del mundo, de la vida, del universo.

Queremos advertir aquí sobre cierta tendencia que observamos consistente en querer salvar el mundo, conquistar la tierra para la Vida Divina, ser los imprescindibles instrumentos del advenimiento de lo Supramental, descuidando la propia trasformación personal. Según nuestra experiencia sólo hay un orden posible de transformación: la realización y transformación personales son previas e imprescindibles para que pueda suceder una trasformación general. Y no se trata de una “batalla” global, de una gesta épica con tintes escatológicos y apocalípticos. Más bien sucede que nuestra propia realización irradia realización de forma natural y nuestra energía de realización contagia, como riega un caudaloso río incesante todas las tierras sobre las que transcurre. Ni siquiera somos nosotros, ni nuestra propia realización, sino que es el Supremo quien se irradia a través de nosotros una vez que nos ha purificado y trasformado. No deberíamos cometer el error de sentirnos imprescindibles, ni siquiera necesarios, para los planes del Supremo; ni, de la misma manera, caer en el error de considerarnos prescindibles e innecesarios para su manifestación sobre la tierra.

Como expresa Sri Aurobindo TODA LA VIDA ES YOGA consciente o inconscientemente, porque toda la vida, hasta en sus expresiones más diminutas e insignificantes (seguramente mucho más en sus expresiones más pequeñas) es el variado y múltiple tablero del juego del yoga, porque cada pequeño acto, gesto, pensamiento, sensación, es una pieza que debemos jugar en ese tablero. En lo diminuto es donde nos jugamos nuestra autorrealización y perfección, por ello muy poca gente consigue acceder a tal perfección. Sin descender hasta los elementos más sutiles de nuestro ser, sin descubrir y purificar nuestros más pequeños hábitos, automatismos, inercias, deseos, preferencias… (lo que para un ser ordinario sería menos importante que el vuelo de una mosca) nunca podremos aproximarnos a la perfección del yoga integral, porque el ego actúa con plena seguridad parapetado tras el infranqueable muro de lo que nos resulta inadvertido ya que, por considerarlo insignificante, no le prestamos atención. Para nuestro ego no hay detalle en nuestras vidas que, por diminuto, no le merezca la pena poseer y dominar, puesto que desde ese diminuto bastión conquistado actúa e influye sobre otras partes de nuestro ser. No es solamente que permitimos entrar un deseo o una energía en nosotros, sino que abrimos una puerta a un deseo que nunca viene solo, y que esa puerta, mientras no la blindemos, permanece bajo la hegemonía y dominio de nuestro ego, que posee en nosotros multitud de pequeñas puertas o gateras por las que continuamente se abastece, y a las que no damos importancia porque son los pequeños detalles “intrascendentes” de nuestra vida, mientras a nosotros el ego nos distrae y nos engaña con la ilusión de grandes gestas y conquistas para el Divino. La gesta verdadera, lo verdaderamente épico es llegar al fondo del fondo de nuestro ser para entregarlo y someterlo a la sanción Divina para su purificación y transformación.

El yoga realizado de forma consciente tiene como objetivo acelerar nuestra evolución, activando y dinamizando el principio consciente que hay en nosotros, apremiando y aligerando nuestro crecimiento natural y poniendo a nuestro alcance la plenitud divina para la que estamos diseñados.

Actitudes necesarias para la práctica del Yoga o Autorrealización Integral

Nuestra autorrealización se produce por un ascenso de nuestra conciencia ignorante hacia una conciencia divina y por un descenso simultáneo del Poder Divino a nosotros que transforma nuestra conciencia ignorante. Es un doble movimiento en el que es imprescindible nuestra determinación interior hacia el Divino y, una vez iniciada ésta, es seguro el descenso del Divino hacia nosotros.

La conciencia ignorante del ser humano está asentada sobre nuestra falsa identidad con su mente, con su vital emocional y con su cuerpo. Surge así nuestra conciencia egóica, nuestro ego, de esa triple y errónea identificación que confunde nuestra esencia, nuestro ser real y verdadero con el cuerpo, sus sensaciones, sus exigencias de bienestar y placer y su incesante tiranía; las emociones vitales y sus pulsiones y deseos; y los pensamientos de nuestra mente racional y subracional, aunque la mayoría de éstos sean automáticos y, por tanto, fuera de nuestro control mental.

El resto de identificaciones “secundarias” de nuestro ego, tales como el prestigio social, la prosperidad económica, el reconocimiento del grupo a que pertenecemos, satisfacción de deseos que buscan placer, bienestar, etc., están relacionados, de un modo u otro, con las exigencias de satisfacción del cuerpo, vital emocional y mente, y buscan erróneamente la plenitud allí donde no está, en el exterior, por lo que tendrán que establecer conflicto con el resto de seres humanos ya que, para ello, necesitan establecer algún tipo de hegemonía del individuo respecto a sus congéneres que a su vez también buscan la afirmación de su propio ego respecto a los demás.

Nuestra conciencia egoica crea una dualidad radical interior entre nuestro yo verdadero y central y el yo erróneo que surge del ego; una dualidad horizontal exterior separativa entre mi yo egoico y el resto de los individuos con los que me relaciono, puesto que mi ego necesita imponerse sobre los demás, y llega a considerarlos como una amenaza para él; y una dualidad vertical entre este yo egóico y la Realidad Superior a la que mi ego me impedirá acceder.

La conciencia egoica es, por tanto, la gran dificultad para nuestro ascenso a una conciencia trascendente y universal; y nuestro cuerpo, mente y vital emocional son el gran obstáculo mientras no sean profundamente trasformados y purificados hasta convertirse en preciosos colaboradores de nuestro trabajo yóguico.

Para trascender esta conciencia ignorante es imprescindible el reconocimiento de la existencia en nosotros de esta ignorancia, que en muchas ocasiones es consecuencia de un sufrimiento prolongado y repetitivo en nuestras vidas. El propio sufrimiento que la ignorancia nos acarrea nos puede impulsar a buscar una solución para nuestra vida encadenada. Tal vez ahí se produce una APERTURA interior hacia una VERDAD que todavía desconocemos, pero que tal vez intuimos, y sobretodo necesitamos para alcanzar nuestra demanda de plenitud interior. Progresivamente esta apertura se enfocará hacia una realidad que nos trasciende, hacia la influencia del Divino, al Divino Poder por encima de nosotros y a su acción, a la Presencia Divina.

ASPIRACIÓN
Surge entonces una demanda interior de encuentro, una ASPIRACIÓN A LA UNIÓN con esa realidad interior de la que tenemos vislumbres, atisbos, intuiciones o pequeñas experiencias. La aspiración es nuestra conciencia ascendente que paulatinamente busca una identidad cada vez más plena con la Divinidad e irá imponiendo en nosotros un RECHAZO creciente A LOS OBSTÁCULOS que impiden nuestra unión con el supremo.

FE
Nuestra FE, apuntala y hace fuerte nuestra aspiración. No se trata de una fe ciega, ignorante, basada en creencias dogmáticas. Nuestra fe, en principio tendrá una base de receptividad plena de nuestro ser a las posibles experiencias que le vayan viniendo que permitirá que se expresen realidades que están mucho más allá de lo que nuestra experiencia actual nos permitiría admitir. Nuestra fe nos impulsará a aceptar tipos de conocimiento intuitivos, vislumbres de visión directa, muy por encima de lo que nuestra mente racional actual consentiría. Posteriormente nuestra fe se va haciendo cada vez más vivencial: tenemos pequeñas experiencias que nos anuncian unos horizontes infinitos. Pero tal vez, sobretodo, la fe es una confianza sin límites en el poder del Absoluto, en su infinitud, en su amor y en que Él descenderá a nosotros si nos abrimos a Él.

Sobre la Fe, Sri aurobindo en libro “El Enigma de Este Mundo” expresa: “Debemos tener la fe en que, a pesar de nuestra ignorancia y errores y debilidad y a pesar de los ataques de las fuerzas hostiles y a pesar de cualquier apariencia inmediata de fracaso, la Voluntad divina nos está guiando, a través de toda circunstancia, hacia la Realización final. Esta fe nos dará ecuanimidad; es una fe que acepta lo que ocurre, no definitivamente, sino como algo por lo que se debe pasar en el camino. Una vez que la ecuanimidad ha sido establecida, puede arraigar también otro tipo de fe apoyada en ella, susceptible de ser dinamizada con algo de la Consciencia Supramental, y puede superar las circunstancias presentes y determinar lo que ocurrirá y ayudar a hacer descender la Realización de la Voluntad del Divino Trascendente”.

Pero la imprescindible aspiración y la propia fe, tendrían el peligro de no asentarse y hacerse fuerte en nosotros si no va acompañada por la Autoentrega al Divino.

AUTOENTREGA
Este es el aspecto del yoga que nos cuesta más practicar, en el que queda paralizada o muy ralentizada nuestra progresión espiritual. En parte sucede por la propia dificultad de la entrega que supone la renuncia a nuestros deseos y pretensiones egóicas, y en parte también, por falta de discernimiento que nos hace considerar la espiritualidad en unas coordenadas devocionales, emocionales, sentimentales, abstractas, alejadas de nuestra vida práctica con sus hábitos, automatismos, modelos de comportamiento, tics egóicos que tenemos que ir eliminando de nuestras vidas. Se nos olvida que el yoga integral es la transformación de todo nuestro ser, mente, vital-emocional, y cuerpo, hasta en sus últimos y más recónditos movimientos.

La entrega total al Divino es necesaria para que pueda descender sobre nosotros el poder Divino, con su paz, pureza y felicidad trascendentales. La pureza de nuestra entrega consiste en no aceptar otra influencia que la divina en nosotros. La respuesta a nuestra entrega es segura, porque como dice el Gita “El infinito elige a quienes eligen al infinito” y podríamos decir que la Divinidad se entrega a quienes se entregan a la Divinidad.

PURIFICACIÓN
Nuestra apertura, aspiración y fe de poco servirían si no nos entregamos a Él, porque nuestra autoentrega traerá como consecuencia una PURIFICACIÓN creciente y efectiva de todos los aspectos que dificultan esta conexión y unión con la Divinidad. Sin la autoentrega y la paulatina purificación y transformación de nuestro ser, nuestra aspiración sería más un elemento devocional-sentimental que efectivo. Éste tal vez sea uno de los tropiezos más comunes de muchos sadhakas (practicantes): una aspiración alejada del compromiso cotidiano y de la disciplina; una aspiración sin autoentrega, es decir, una aspiración no totalmente sincera.

Si el yoga es trasformador de nuestra vida, desconfiaremos de IDEAS E IDEALES que no trasformen nuestra vida interiormente y en nuestros actos, aunque estas ideas e ideales tengan que ver con postulados relacionados con la obra de Sri Aurobindo, el Supramental y el advenimiento de la Vida Divina a este mundo, etc. Porque la espiritualidad debe descender a lo más concreto y todo lo que no trasforma nuestra vida en sus aspectos concretos acaba siendo una huida de la entrega y realización personal en pos de unas ideas o ideales que pertenecen al ámbito de la mente y son sólo verdades a medias, como lo es toda verdad que no podemos convertir en realización. Acabamos siguiendo a IDEALES mientras nuestra vida a penas cambia. No idealizamos la vida, la trasformamos; realizamos en nosotros la VERDAD DIVINA, para lo cual es imprescindible un ENTREGA SINCERA a la Divinidad.

Pero en el yoga integral como en la propia vida todo es progresivo, porque el ser humano es evolutivo. Por tanto nadie puede pretender tener una autoentrega total desde el principio del camino. Nuestro sometimiento y entrega necesariamente irán por etapas, pero en un movimiento creciente que nos aleje de la inercia, de la pasividad y del estancamiento. Para ello deberemos integrar nuestra autoentrega al Divino como principio y actitud interior y como filosofía de nuestra vida.