14/12/10

EL SER PSÍQUICO: Una posibilidad evolutiva para nosotros

Isidro Rikarte
www.aurobindointegral.com

Hablamos del ser psíquico en el último curso-retiro de meditación de diciembre que realizamos en el Centro. Fue en la última exposición al resaltar la importancia de la concentración en el interior como uno de los modos de facilitar el emerger del ser psíquico en nosotros.

Mucho hablaron sobre él Sri Aurobindo y La Madre en las comunicaciones con sus discípulos, por la importancia que su influjo y su manifestación tienen en el trabajo del yoga integral. Gran parte de estos textos están editados y pueden ser accesibles para todos los que tengáis interés[1]. Por todo ello, no es la intención de este escrito abundar o profundizar en las enseñanzas que los maestros nos han legado a este respecto, porque sería pretencioso e inútil, ya que es imposible añadir mayor claridad o profundidad a lo ya expresado por ellos sobre este tema.

No obstante, diremos para los que no estéis familiarizados con el ser psíquico, que éste constituye el ser real del individuo, esa realidad profunda y genuina que hay en todos nosotros, ese “yo verdad” o núcleo consciente que conforma la esencia del ser humano. Podríamos expresar, para simplificar, que es el “alma” del ser humano, pero no el alma del deseo o el alma vital con la que habitualmente confundimos la verdadera alma.

Cuando se habla de estas cuestiones interiores existe el riesgo de concebirlas solamente como ideas o como hipótesis de trabajo o como sugestiones personales que nos ayudan a entender lo que sucede dentro de nosotros, pero que no pueden llegar a ser una realidad convincente o de alguna manera “comprobable”. Se puede afirmar, muy al contrario, que la experiencia espiritual auténtica constituye una realidad en cierto sentido más categórica e incontestable que la realidad física que captamos a través de nuestros sentidos. Es verdad, sin embargo, que muchas mentes con insuficiente discernimiento han dado validez espiritual a experiencias que no lo eran o no lo eran tanto, o han concedido valor de totalidad a otras realmente parciales que solo descubrían aspectos muy limitados de una verdad mayor. Respecto a la cuestión de demostrar la existencia de las realidades espirituales, cabe decir que quien las vive no necesita probar una realidad de la que está seguro, sino más bien procura asegurar su autenticidad y su pureza espirituales. En cualquier caso, la validez o autenticidad de una experiencia o realidad espiritual siempre podrá ser “comprobada” en la manera en que enriquece y aumenta nuestra consciencia o en la medida en que va trasformando nuestra vida desde el sufrimiento impuesto por la ignorancia limitativa al gozo inherente a la comprensión y realización progresiva de la Verdad en nosotros. La necesidad de otro tipo de demostraciones corresponde a la mente de la razón que es trascendida precisamente por la propia experiencia espiritual que necesita explicar. La dificultad o imposibilidad de demostrar una experiencia superior es solo atribuible a que los métodos e instrumentos de demostración corresponden al mundo inferior físico y material en el que se mueve nuestra consciencia ordinaria que es muy limitado respecto a aquel superior que se quiere demostrar.



Dentro de este “realismo espiritual” que acabamos de describir entra también la manifestación del ser psíquico. Se entiende como tal cuando el individuo puede descubrir claramente el ser psíquico en él, cuando puede ser consciente de su aparición e influencia y lo percibe al frente de su ser. La Madre habla sobre lo inconfundible de esta experiencia, y expresa que si alguien duda sobre si la ha tenido o no, la duda misma es un claro indicativo de que no ha sido así.

Por lo tanto, hablamos del ser psíquico en nosotros no solo como una realidad oculta, secreta, velada o imperceptible dentro de nosotros, cuyo poder de consciencia nos influye como puede o como se lo permite nuestra inconsciencia, sino también como una realidad que puede llegar a ser manifiesta, frontal, perceptible, que poco a poco se pone al mando de nuestro ser, unifica todas sus partes, las orienta y las abre al Divino para que Éste se derrame abundantemente sobre nosotros y trasforme todo aquello que solo el descenso de su Fuerza puede trasformar.

En mi experiencia personal, la aparición del ser psíquico vino precedida por el descubrimiento del corazón espiritual en la parte posterior de la espalda, en el cuerpo sutil. Seguramente estaba ya notando sin saberlo a mi propio ser psíquico albergado allí, y más tarde, gracias a esta experiencia, he comprendido por qué Sri Aurobindo expresa que el ser psíquico pasa de atrás hacia delante, de nuestra parte posterior a la parte frontal. La percepción de este espacio sutil, de este corazón espiritual vino unida a una sensación gozosa muy especial: podía entrar en esa dimensión interior y en ella sólo había gozo y ausencia de problema o preocupación alguna.

Pasadas unas semanas y casi sin advertirlo me di cuenta de que había una “entidad” muy ostensible en mi; y no dentro, sino en mi parte exterior. Una entidad que era “otro yo” que había salido de mi interior y yo no le podía discutir su armoniosa autoridad. Desde el primer instante lo sentí como mi “yo real” y pude percibir su soberanía; enseguida supe que mi trabajo a partir de entonces sería “servirle”, estar atento a sus indicaciones y seguirlas. Tenía la sensación en aquellos momentos iniciales de ser llevado de la mano como un niño por un padre admirado, poderoso y entrañable. Yo, el niño que era, solo tenía que dejarme llevar por él y hacerle caso.

A los pocos días de esta primera aparición se ocultó para volver a emerger al cabo de un tiempo. En esta ocasión me embargaron un profundo gozo y una poderosa sensación de liberación, justo tal y como describe Sri Aurobindo en alguno de sus escritos. A partir de entonces la percepción del ser psíquico ha sido estable. Basta con centrarme un instante y darme cuenta de que está ahí, físicamente perceptible en el centro del pecho, pero siendo una entidad que rebasa con creces la limitación de la impresión física que nos permite apreciarlo sensorialmente.

Y ahora es verlo crecer día a día, observarlo dirigir los distintos actos de mi vida o someter otros a su autorización y criterio. El ser psíquico es una personalidad en continuo crecimiento, una entidad evolutiva que se percibe cada vez más poderosa. Es maravilloso comprobar como va alineando y unificando todas las partes de nuestro ser de tal manera que los automatismos y energías que antes nos resultaban indomables se someten a su potestad y poder. Es como un delegado que ya no puede admitir otra ley que la del Divino de quien toma la autoridad; y cuando no prevalece esta ley, se siente una dolorosa quiebra de la armonía interior, porque algo nos ha apartado de nuestro único gozo y plenitud posibles.

Nunca había esperado ni buscado esta realización que me sobrevino después de un largo y duro periodo en mi sadhana (trabajo espiritual). Tenía noticia de él por haber leído al respecto, pero no había contemplando ni siquiera la posibilidad de acceder a la experiencia.

Lo normal parece ser, según indica La Madre, que la manifestación del ser psíquico requiera de bastantes o muchos años de trabajo continuado, si bien es verdad que pueden darse casos excepcionales en los que se necesite menos tiempo o incluso solo unos pocos años para su aparición.

Pero requiriéndose un periodo de tiempo tan dilatado para la emergencia del ser psíquico, parecería más que comprensible el desánimo y el olvido de esta posibilidad evolutiva. ¿Entonces, por qué hemos de aspirar al desarrollo de esta facultad en nosotros? Sobre esto hay que considerar que el ser psíquico es una personalidad en crecimiento que ya existe en nuestro interior antes de manifestarse, y que ya existía antes de “renacer” nosotros a este mundo, puesto que es él, el ser psíquico, lo único que de nosotros permanece y se desarrolla a lo largo de los sucesivos renacimientos o tránsitos existenciales. En realidad, cada uno de nosotros somos él, más allá de las circunstancias de nuestra vida actual y de las características que conforman nuestro cuerpo físico y nuestra personalidad, que solo sirven a su evolución.

Con esto se quiere expresar primero que el ser psíquico es una entidad bajo continuo progreso y que el yoga que practicamos puede y debe acelerar su evolución hasta lograr no solo su manifestación al exterior, sino también su crecimiento posterior hasta el supramental; y segundo que, aunque nosotros no lo podamos percibir, el ser psíquico se va desarrollando en nuestro interior y va aumentando su influencia sobre nosotros. Esto quiere decir que, cada vez que nos libramos de algún aspecto de nuestra ignorancia o nos adherimos a la verdad, es él quien nos está influyendo para este progreso y también es él quien crece con nuestro avance; o dicho de otro modo, es el Divino a través de él quien nos hace progresar, ya que el psíquico es su delegado, su semilla, su potencia y posibilidad. Y cuanto más crece en nosotros su predominio es más eficiente hasta poder un día eclosionar y ponerse al frente de nuestra vida y de nuestro yoga. Porque la dificultad del ser psíquico para su manifestación en nosotros y para que su autoridad sea predominante es la pesada capa de ignorancia con la que se opone nuestra parte inconsciente, nuestra naturaleza inferior remisa a cualquier progreso o cambio. Por tanto, la cuestión no es solamente que el ser psíquico pase a nuestra parte frontal y descaradamente gobierne nuestra vida, sino que es importante que, aun velado y secreto para nosotros porque no lo podemos percibir, su progreso e influencia sean cada vez mayores, para lo que nuestra aspiración, nuestra apertura y nuestra entrega y sinceridad serán los factores decisivos para su posterior manifestación.

El ser psíquico conoce la Verdad y la sigue, porque él mismo es esencia de esa Verdad. El ser psíquico no puede no amar a todos los seres humanos y al resto del universo, porque puede reconocer esa Verdad que él es en todos y en todo lo existente. Él es individual ya que es nuestra personalidad evolutiva, pero a la vez es también nuestra potencialidad trascendente porque busca irremediable e incesantemente al Uno y lo reconoce como el Corazón que bombea su propia existencia; y es también nuestra posibilidad cósmica, porque reconociéndose en el Uno se conoce a sí mismo, y conociéndose a sí mismo conoce a los demás seres humanos y al resto del universo y se derrama en todos ellos y a todos los abarca en sí mismo, como el Uno se derrama en él y en todo lo existente y abarca al cosmos entero.

Una de las funciones del ser psíquico manifiesto es la de servir de enlace o de instrumento a la Consciencia Fuerza descendente para que pueda trasformar nuestra naturaleza inferior. En el yoga integral es imprescindible esta transformación de nuestro cuerpo, vital y mente para el descenso del Supramental a nosotros y solo por esta Fuerza descendente se puede llevar a cabo. El ser psíquico orienta y abre paulatinamente todo nuestro ser a esa posibilidad y facilita y acelera enormemente la acción de la Consciencia en nosotros.

Tal vez sea esta precisamente la causa por la cual ciertas tradiciones o filosofías espirituales hayan olvidado su existencia o la posibilidad de su manifestación, ya que ellas se rindieron ante la dificultad de trasformación de la naturaleza inferior del ser humano y se conformaron con reprimirla o controlarla para lo cual solo se necesitaba la presión de una mente poderosamente espiritualizada y trascendida y un rígido código moral que impidiera la posibilidad de aparición de los actos desviados de esta naturaleza inferior. Si el objetivo, aun siendo grande, solamente es divinizar o trascender nuestra mente manteniendo a raya todo lo demás, bastará con una poderosa elevación de esa mente a las alturas de la Consciencia, aunque nuestras viejas costumbres, automatismos y energías sigan funcionando de la misma manera y respondiendo a los mismos estímulos que antes. Pero si además pretendemos divinizar todo nuestro ser, deshabilitar nuestros automatismos de inconsciencia, trasformar la impuras energías que nos acechan, etc. será imprescindible la Fuerza transformadora divina que descenderá a nosotros y encontrará su delegado natural, su enlace perfecto y su peón más afanoso y fiel en nuestro ser psíquico, prescindible quizás para objetivos menos integrales que los del yoga que practicamos.


[1] El Ser Psíquico, Fundación Centro Sri Aurobindo de Barcelona